miércoles, 28 de octubre de 2009

De cortesías y esas estupideces

De cortesías y esas estupideces

Aspiro a la estupidez humana,
a despeñar miradas en los abismos para verlas estrellarse
por detrás de tus parpados,
a pasar corriendo sobre los cables de luz de tu casa
y que me veas si te apetece,
o si no, que me veas también.

Mi Yo va por ahí aspirando a ser Tú,
yo voy por ahí dilapidando los distintos al mío,
soy más tú con ganas de no ser Yo.

Me rehago descalabrando hombres acéfalos
que me guiñan el ojo biónico que no tienen
mientras suspiran por los senos voluptuosos y sudorosos
de la dama danzante.

(Me llaman, no respondo...
¿El teléfono siempre suena así?)
Final del paréntesis.
Continúo aspirando.
Aspiro a lamerle la oreja a un transeúnte.
Aspiro a reventar en el asfalto mis pestañas postizas
plagadas de maquillaje barato.

Aspiro a paréntesis invisibles, innecesarios,
que la laguna se los beba
o yo los engulló desesperada.

O cómo te digo que aspiro a dejar de pretender,
de “hipocresiar”.
Aspiro a no vestirme de olanes y tul
para que un caballero me llame señorita
y dos horas después acaricie mi sexo
por debajo de la mesa
sin limpiarse el pollo grasoso de entre sus dedos.

Aspiro a llamarte como te llamas,
a decirte como nunca te han dicho,
decir:
es que no he dicho nada,
escribo y escribo…
y no digo nada,
(¿nunca se acabarán las hojas en blanco?)

Aspiro a acabar con las hojas en blanco,
aspiro a llamarte pero no quiero que contestes.
A mi me dicen por mi nombre, y es que así me llamo
Me hubiera gustado llamarme
como se llaman los creadores
y apellidarme como se apellidan los artistas

Todos mis amigos me llaman por mi nombre
los que no dicen cosas más bonitas,
más gentilescas,
de esas que se cuelgan de paraguas medievales
como gotas de agua que finalmente
ceden sobre un suelo infestado de carne de leprosos.

Agarro aire...
Aspiro a encontrar los placebos para mí
“hiponcondriaquismo ideológico”.
Aspiro a no cercenar cuando escribo,
y si cerceno aspiro a que lastime muchísimo
o, mejor aún,
que ni siquiera duela.

Aspiro a expulsar uno a uno mis dientes
en el último asalto,
y fajarme el cinturón de pesos ligeros
noqueando a un peso pesado
en el primero.

Aspiro la polución
y me sabe a gloria,
aspiro humo en un bar
y me sabe a triunfo,
aspiro tú olor a través del ordenador,
me sabe a ti.

Aspiro a saber de historia,
a filosofearte los brazos
mientras me como un pan tostado con mermelada,
aspiro,
y aspiro
y aspiro.
Y aspiro.

Y sólo aspiro porque suspirar, francamente, me parece muy poco poètico.

Pasiòn y locura entre la imagen y la palabra.

Las imágenes están, en gran medida, por sobre de las palabras, las imágenes son en formas infinitas. Las palabras finiquitan la realidad, en cuanto pueden traducir la imagen a símbolo. Las palabras dan opciones, las imágenes son, en sí mismas, opciones. Las palabras emergen de la razón, de la interpretación, del ejercicio que es pensar. Las imágenes son la realidad que te ataca, las palabras son la conciencia que te defiende. Sin embargo las imágenes, dentro de la infinitud de sus opciones, reducen la referencia y son, por así llamarlo, intrínsicamente sensoriales. Las palabras, por el contrario, remiten a una interiorización, a un proceso cognitivo y es ahí es donde se privilegia el dominio de la imagen sobre el símbolo. La fortaleza de la imagen radica en la complejidad que representa comprender el lenguaje. Ver resulta una actividad más sencilla que pensar, y no están ambas inevitablemente ligadas como se cree. La actividad sensorial que nos pone en contacto con la imagen resulta menos compleja que la actividad racional que nos permite relacionarnos con el lenguaje. El primer contacto, que es explícitamente lo que abordo, en ambos casos es distinto, mientras que la imagen se vale de un canal sensorial para ser integrada por el sujeto. Por supuesto que la imagen pasa, en cierto momento, por un ejercicio de razonamiento para ser procesada, pero puede prescindir de él. El lenguaje no puede prescindir de un proceso racional para ser interiorizado, en ningún momento.

La imagen se privilegia en detrimento de la actividad intelectual, no obstante que en ella radique la esencia de la razón puesto que no existe el lenguaje sin las imágenes. Estar rodeados de imágenes no significa adormecer los sentidos, nuestros sentidos se activan en éste entorno, estar rodeados de palabras no significa complejizar nuestra realidad. Las imágenes activan nuestros sentidos, el lenguaje es producto de esa incentivación sensorial: sí bien es cierto que la palabra es imagen, la imagen es la palabra también, y es en la exposición a esta relación donde surge la actividad humana a su más elevado nivel.
Es cierto que vivimos en un mundo saturado de imágenes, sin embargo no es posible concebirlo de una forma distinta. Entonces inventamos las palabras para obligarnos a pasar por la lupa de la razón a la realidad.

(Extracto de un ensayo inconcluso)

Sola en su suicidio

"... ( ) We couldn't imagine the emptiness of a creature who put a razor to her wrists and opened her veins,
the emptiness and the calm…
(… ) we had to breathe forever the air of …
alone in suicide,
which is deeper than death,
and where we will never find the pieces to put them back together."


Jeffrey Eugenides


Sus pasos como descargas de ametralladora firmes y constantes, aceleran el encuentro y apuran el romance impetuoso de casi dos años entre ella y la licorería. Siempre caminando con la cabeza clavada en el suelo, desde el accidente de Matías, refugiaba sus manos en los bolsillos y permitía que el cigarro se consumiera en su boca plácidamente. Esa postura era probablemente la siguiente en los pronósticos de Darwin, regresar al encorve del que partió la evolución de la raza humana, esta vez mas simios pero sin el bello que nos proteja de nuestras vergüenzas. Algún día todos caminarían así, asumiendo esa posición de tanta relevancia histórica, disfrutando con la mirada cada centímetro de concreto consumido, concreto puro atropellado. Mientras tanto Matías seguramente esperaba en el filo de la ventana, colgado de las cortinas y con sus pies de muñeco mal trechos sobre el suelo del apartamento, tal vez con una cuarta parte de su cuerpo colgando hacia el vacío, eso sí tenia suerte, pero más probablemente apenas alcanzaría a asomar los ojos a la calle. Muchas veces le explicó que no se perdía de nada y, aún así, él siempre aparecía detrás de la puerta en alguna de esas posiciones. ¿Qué quería ver Matías? ¿Por qué no entendía que afuera no había nada mínimamente importante? (…) Fragmento del cuento “Sola en su suicidio”

lunes, 12 de octubre de 2009

Vamos a callar

Vamos a callar
¿Qué te parece?
Callemos eternamente,
Hagamos del silencio un templo.
Sellemos muestras voces,
Pongámonos de acuerdo en no hablar.

Descansemos la voz,
Coloquemos las palabras bajo la almohada,
Resguardemos el discurso insaciable,
Apacigüemos nuestros pensamientos
¡Guardemos silencio!...
y vamos a suspirar.

48 horas

Te recorre
En dos días,
La saliva en dos días los labios
En dos días la piel
Dos días, te escondes.

Dos días y te lame
Lengua estéril
Vientre desenfadado,
Ojos-puerta, carne amarga.
Dos días te recorren.

Dos días de un adiós
Tus senos comulgan con otros
Se cuelgan mis versos
En tan, En tan sólo
En tan solo dos días

Desertar

Incendiarte tras el oído
Todo ese largo cuello
De tus parpados-tristeza,
arder. Tu boca corrupta.

Odiarte te voy,
Deshidratarte de indiferencia
Hacerte escombros,
aborrecer. Pedazo de aire.

Soñarte el insomnio,
En esa espalda mentirosa
Resbaladilla caótica.
Soñar. Tu pelvis desnuda.

Traicionarte el regazo
Tus ganas de mentir
Tu porte efímero,
Desertar de tus labios traicionera.
Desertar.

viernes, 2 de octubre de 2009

SI ES POSIBLE

Y sí en algún momento te cansan mis miradas,
Y sí mi aliento resbala por tu espalda
Mientras piensas como desenterrarme de ti.

Y cuando el sol se ponga detrás de los aniversarios
En camas distintas de la nuestra,
y cuando nuestras narices se asomen por ventanas que no dan a la misma calle
Con rumores de nostalgia de otras manos.

Y cuando busques en los vasos las razones para no odiarme
Y encuentres en los ceniceros dudas para amarme.
Y si te cansan mis miradas desbordadas,
Y cuando mis discursos sobre tus lunares estropeen el silencio,

Y si la noche irrumpe en la calma de tus días,
Y la cama te parezca pequeña para dos
Y mis manos muy grandes para las tuyas
Y si los besos se tornan un ejercicio imposible
Y las caricias una brecha imprescindible
Y si mis ojos no fulminan ya tus palabras.

Si es posible entonces sólo calla.

Vamos a dormir...

Más allá de la vida los sueños son el continuo motor de las palabras. La realidad se expande y contrae en ellos. Ahí reside el momento exacto para derribar los muros de la verdad y confrontar el ritmo de la mentira. Allí encuentra su definición la belleza y los temores se reproducen desproporcionados, pues el sueño es desinhibidor nato.

Premio

Tus ojos son un concurso…
Y yo participo de ellos.

Como participan las banquetas grises de la muchedumbre,
Apabulladas por los pasos apurados y sin dirección .
Participo como estrella a través de una ventana,
en alguna habitación vacía.

Son un concurso tus ojos:
Sin perdedores, sin ganadores
Sin esquinas para refugiarse de los solemnes ganchos de tu mirada
Sin árbitros entorpeciendo la batalla.

Tus ojos son un concurso
Y el corazón como balín rebota nervioso e intranquilo
De un espacio a otro en el pecho.
Pupilas como esferas tatuadas con pares de dígitos confusos
Aguardan a la suerte.

Tus ojos son un concurso:
Sin ningún premio de por medio.

El concreto devora

Los edificios se comen a las ciudades, bastardos devoradores de concreto, bestias metálicas fortalecidas en hombres sin camisas sudando, paleando, jadeando, martillando, picando, mezclando, penetrando, cavando, ahondando, zanjando, escarbando; desde la tierra y siempre hacia el cielo.